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Experimentar un estado de aislamiento social depende de ciertos factores, entre ellos, si el alejarse de la vida social y de su entorno se hace por voluntad propia, o si, por el contrario, se acoge de manera involuntaria, obligada más por circunstancias que exigen que la persona se aleje total o parcialmente de la vida social. En cualquiera de los casos, los efectos de un aislamiento dependen no solo de la capacidad para afrontar las consecuencias de este confinamiento, sino también de lo que éstas implican para el desarrollo social del ser humano.
Como principales síntomas del aislamiento social se encuentran el aumento de la ansiedad y los problemas en la salud, además de una serie de efectos tipo dominó en aspectos económicos, sociales, laborales, etc., de la vida de las personas. El grado de incidencia de dichas consecuencias en el individuo, están relacionadas en la manera cómo puede manejar sus propias emociones para lidiar con el estado de confinamiento y no dejar que permeen de manera invasiva en su salud mental.
Con la propagación de la enfermedad COVID-19, en la mayoría de países donde el virus se ha extendido, se han tomado medidas drásticas como los periodos de cuarentena de carácter obligatorio, para tratar de minimizar el número de contagios entre la población. Aunque este aislamiento social es propicio para afrontar la pandemia, sus efectos en el ser humano pueden verse reflejados en la salud física y mental, de manera positiva o no.
Para la psicóloga Diana Lombana, desde un enfoque del Comportamiento Emotivo-racional y Terapia Narrativa, es normal las sensaciones que se pueden experimentar durante el periodo de cuarentena: “Ante situaciones de adversidad como las que estamos viviendo con la pandemia, es apenas normal sentir miedo, como el miedo a la incertidumbre de no saber cuándo terminará, sentirnos ansiosos por los efectos en lo económico, por ejemplo, o el miedo a infectarse o que se infecten tus seres queridos. Así mismo, sentir soledad, sentirse estresado, frustrado o con aburrimiento, pues nuestro estilo de vida ha tenido un cambio abrupto e inesperado”.
Muchos estudios e investigaciones se han hecho desde el campo de la Psicología con respecto a la inteligencia emocional, logrando reunir diversas definiciones y posturas. La esencia de este concepto se centra en el reconocimiento que se les da a las propias emociones y las de los demás, tanto para entablar relaciones sociales como para afrontar con éxito los problemas y frustraciones de la vida, desde una actitud optimista que permita gestionar las emociones, entenderlas y aquietar los impulsos.
Frente a la manera de afrontar la cuarentena, la profesional en psicología enfatiza que “los seres humanos somos intrínsecamente emocionales, por tanto, todas las emociones son necesarias y hay que permitirnos sentirlas. Hay emociones negativas sanas, como el miedo, que puede llevarnos a adoptar conductas autoprotectoras o de protección con los demás. Por el contrario, evitarlas puede llevar a tener conductas de riesgo y/o pensamientos que minimizan o trivializan la situación real de peligro por COVID-19”.
Recurrir a la inteligencia emocional para gestionar las emociones durante la cuarentena, ayuda a controlar los pensamientos inquietantes, sobrellevando de la mejor manera las situaciones diarias que se puedan presentar conforme avanza el periodo de aislamiento social. Por ejemplo, de acuerdo con la psicóloga, trabajar constantemente en la capacidad de razonar sobre las emociones, nos da la posibilidad de elegir pensamientos que estén dirigidos a mantener la salud mental y física, contribuyendo con la reducción del estrés y aumentando el autocontrol sobre las sensaciones que se puedan presentar.
Un factor importante a tener en cuenta en la gestión de las emociones, es que el éxito de esta depende de la cultura que rodea al individuo, de su personalidad y de las actitudes para enfrentar los contratiempos.
Al respecto, psicólogos y organismos de salud mencionan algunas actividades que sirven para sobrellevar la cuarentena:
• Realizar actividades de ocio como ver películas
• Desarrollar el hábito de la lectura
• Aprender habilidades artísticas como dibujar o pintar
• Mantener el contacto con los seres queridos por medio de la tecnología
• Acudir a técnicas de autocontrol (meditación, técnicas de respiración)
• Ejercitarse regularmente
• Mantener la rutina a la que se está acostumbrado (dormir bien, horarios de las comidas, los descansos, etc.)
• Realizar actividades de interacción con la familia como los juegos de mesa
• Cocinar en familia
• Acudir a la ayuda profesional que ofrecen las entidades nacionales de salud
Así mismo, es importante hablar con sinceridad sobre las emociones y sentimientos que se manifiestan en ciertos momentos, y en los que se requieren de la compresión y apoyo de los demás.
En el caso de la población infantil, es necesario guardar una actitud de calma y autocontrol que se vea reflejada en la rutina diaria, para no afectar de manera drástica los posibles comportamientos que se puedan derivar de la cuarentena. Por eso es pertinente, prestar especial atención a los cambios en los estados de ánimo de los niños, practicar la tolerancia con ellos y dejar que se expresen libremente en cuanto a cómo el confinamiento social está incidiendo en su rutina.
Para los adultos mayores el tema de la cuarentena resulta ser un poco más compleja, sobre todo porque son personas más susceptibles ante el encierro, asumiéndolo como la imposibilidad para continuar con sus quehaceres y sumiéndolos en un estado de irritabilidad y ansiedad. Con ellos es muy importante mantener el contacto telefónico para entablar conversaciones que les permita una retroalimentación sobre sus emociones y preocupaciones.
Así entonces, trabajar constantemente en la inteligencia emocional para autorregular las emociones resulta un ejercicio práctico de autoconsciencia sobre la forma en cómo podemos enfrentar situaciones inesperadas que amenazan con modificar nuestros proyectos de vida. Reconocer las sensaciones en el momento en que se experimentan nos ayudan a enfocarnos en las circunstancias que podemos controlar, permitiendo mejorar las habilidades sociales interpersonales, fortaleciendo el control sobre nuestros comportamientos, y potenciando aspectos como la empatía con los demás.